¡Que bueno hablar de vida!
Sí, es bueno hablar de vida y a mis años la lección más grande que he aprendido es que la vida es un juego espiritual, misterioso y preciado, pero de todas maneras un juego, y uno no puede participar en este juego y tener la mínima oportunidad de ganar a menos que conozca las reglas de este maravilloso juego. Por esto hoy quiero compartir con Uds. algunas reglas que he puesto en práctica y que me han ayudado a estar en el equipo de los ganadores.
REGLA NÚMERO UNO: Hay que considerar lo bueno que uno tiene. Una vez que uno se da cuenta de lo valioso que es y de cuántas cosas positivas tiene a su favor, las sonrisas volverán, saldrá el sol, sonará la música y uno podrá finalmente avanzar hacia la vida que Dios nos dio… con gracia, fuerza, valor y confianza.
REGLA NÚMERO DOS: Hoy, y todos los días, uno debe dar más de lo que le pagan por hacer. La victoria del éxito se habrá ganado a la mitad cuando uno aprenda el secreto de dar más de lo que se espera en todo lo que uno hace. Uno debe ejercer su derecho de recorrer ese kilómetro adicional y disfrutar de todos los beneficios que recibirá. Bien se lo merece.
REGLA NÚMERO TRES: Cada vez que se cometa un error o haya sido abatido por la vida, no hay que quedarse demasiado tiempo pensando en ello. Los errores son la forma como la vida nos enseña.
REGLA NÚMERO CUATRO: Uno debe premiarse siempre sus largas horas de trabajo y afán, de la mejor manera, rodeado de la gente que amamos y que nos ama.
REGLA NÚMERO CINCO: Hay que levantar este día sobre una base de pensamientos agradables. Hay que recordar permanentemente que somos hijos de Dios y que tenemos el poder de alcanzar cualquier sueño si elevamos nuestros pensamientos. Es posible « volar« cuando uno decide que puede hacerlo.
REGLA NÚMERO SEIS: Cada día es un don especial de Dios, y si bien es posible que la vida no siempre sea justa, uno no debe nunca dejar que las dificultades y las desventajas del momento envenenen nuestra actitud y nuestros planes para el futuro. No se puede ganar si se lleva puesta la fea capa de la autocompasión, y el sonido desagradable de los lamentos que solo ahuyentarán cualquier oportunidad de éxito.
REGLA NÚMERO SIETE: Uno nunca debe llenar sus días y sus noches con cosas insignificantes como para no tener tiempo de aceptar un verdadero reto cuando éste se presente. Un día meramente sobrevivido no es ocasión de festejo. Estamos aquí es para vivir no para sobrevivir.
REGLA NÚMERO OCHO: A partir de hoy, uno debe tratar a todas las personas que se encuentre, sean amigas o enemigas, conocidas o extrañas, como si fueran a morirse a media noche. Hay que brindar a cada persona la atención, amabilidad, comprensión y afecto que uno puede mostrar, y hay que hacerlo sin pensar en alguna recompensa.
REGLA NÚMERO NUEVE : Hay que reírse de sí mismo y de la vida, no con el ánimo de burlarse ni de autocompadecerse, sino como un remedio milagroso, que le mitigará cualquier dolor o depresión y le ayudará a poner en perspectiva la derrota aparente del momento. Uno debe borrar la tensión y las preocupaciones riéndose de sí, con lo que liberará su mente para pensar con claridad en la solución que seguramente llegará.
Las anteriores reglas no son una camisa de fuerza pero les cuento que las he aplicado y las cosas que me he propuesto alcanzar me han ido llegando por añadidura. Los invito a aplicar las que codifiquen como aplicables en su vida…. Su vida… que es solo suya.
Eudoro Román Lemos