¡Me encanta el espectáculo del circo!

mayo 1, 2011

Me encanta el espectáculo del circo, sobretodo ver el equilibrista sobre una cuerda suspendida a unos metros por encima de la pista cubierta de paja, o con una malla protectora. Su propósito es caminar por la cuerda de un extremo a otro. Sostiene una larga vara que lo ayuda a mantener el equilibrio. Pero debe hacer algo más que limitarse a caminar. Sobre los hombros lleva una silla. Y en esa silla se sienta una hermosa mujer que, a su vez, lleva una varilla sostenida en equilibrio sobre la frente y, sobre la varilla, un plato.

El artista de la cuerda no empieza a caminar hasta que iodos los elementos que tiene encima se hallan alineados. Si en algún momento uno de los elementos comienza a desviarse, se detiene hasta volver a ponerlos en perfecta alineación. Para el artista de la cuerda floja, el equilibrio lo es todo. Si el equilibrio lo abandona, sin duda alguna caerá, peligrando la vida del artista.

Siempre he asemejado este número del circo con nuestra propia vida, constantemente estamos tratando de alcanzar nuestros objetivos, al tiempo que nos esforzamos por conservar en equilibrio los diversos elementos de nuestra vida. Lo peligroso de este número en el espectáculo de nuestra vida es cuando perdemos el equilibrio. Muchos perdemos el equilibrio por ejemplo con respecto al dinero. Si no tenemos suficiente, la vida se nos convierte en una permanente búsqueda de riqueza.

Consagramos nuestras energías a la tarea de mejorar nuestras finanzas, y al hacerlo tendemos a disminuir la energía que dedicamos a nuestra familia, nuestros amigos, nuestras necesidades mentales y espirituales, e incluso a nuestra salud. Y lo que es más importante, no avanzamos hacia nuestros objetivos vitales. No caminamos a lo largo de la cuerda floja. Creemos que solo cuando hayamos puesto en orden nuestras finanzas podremos consagrar nuestras energías a todos los demás aspectos y así seguir adelante con nuestros propósitos. Si algún aspecto de nuestra vida absorbe una cantidad desproporcionada de energía, los demás aspectos experimentan insuficiencia. Esto nos desconcierta y somos incapaces de avanzar por la cuerda de la vida mientras no se restablezca el equilibrio.

La prioridad fundamental, por lo tanto, es equilibrar la vida. Necesitamos alinear todos los aspectos, a fin de disponer de energía utilizable para todos los aspectos.

Ustedes, mis lectores, dirán que decir todo esto es fácil y llevarlo a la práctica es otra cosa. Tienen razón. Conseguir una vida equilibrada es una decisión que cada uno de nosotros pone en práctica segundo a segundo, pensamiento a pensamiento, sentimiento a sentimiento. Por un lado, podemos simplemente tomar la decisión de sobrevivir. Más por otro, podemos elegir acumular nuestros segundos v crear valiosos minutos que se transformaran en horas, días y años preciosos en todos los aspectos de nuestra vida. Aquí vale la pena comprender que nadie puede hacer esto por otra persona. Solo uno puede ser uno, y solo usted puede ser usted. Nadie puede pensar, respirar sentir, ver, experimentar, amar o morir en mi lugar o en el suyo. En nuestro interior, somos lo que somos. Todos entramos a la vida sin mapa, sin manual de instrucciones ni una definición de nosotros mismos, aparte de la de ser hombre o mujer. A nosotros nos corresponde descubrir quienes podemos ser. A nosotros nos corresponde equilibrar todos los diferentes aspectos de nuestra vida. Podemos hacerlo pulsando el botón decisión ” que todos tenemos.

Decidamos caminar por la cuerda floja de la vida dándonos ese toquecito en nuestro cerebro que nos induzca a la acción. Tóquese y diga: “Lo veo. Lo noto. Lo creo. Y, por lo tanto, emprendo la acción que me conduce a la prosperidad.” Tóquese y diga:” Soy un gran vencedor. “Tóquese y diga: “Me siento rebosante de salud”.

Estas afirmaciones no cuestan nada hacerlo y, sin embargo, reportan grandes beneficios para usted y para quienes lo rodean.

Así podremos atravesar la cuerda floja y terminar riendo con el otro número que me gusta: Los payasos de la vida.

Eudoro Román Lemos

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