Nos estamos volviendo analfabetas

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marzo 9, 2015

Sí. En pleno siglo XXI cuando la tecnología y el mundo del conocimiento nos atropellan, nos estamos volviendo analfabetas AFECTIVOS. El tema de la afectividad me parece una magnífica puerta de entrada, para invitar a nuestros generosos lectores, a hacer un alto en la acción y dedicarle unos minutos a la reflexión sobre la comunicación afectiva, que se practica en nuestro mundo contemporáneo. Siento que no logramos conceptualizar todavía el importantísimo papel que juega la afectividad. Gran parte de los problemas que ventilamos en nuestro interactuar diario, están originados en una mala comunicación pero pareciera que no somos conscientes que para que haya una comunicación efectiva, lo primero que debe existir es una buena comunicación afectiva, eso que los conocedores del tema han denominado EMPATIA y que todos sabemos que está allí pero muchas veces ni la sentimos porque nos estamos maquinizando, claro está con casos excepcionales, sin identificar que lo típicamente humano, lo genuinamente formativo, no es la operación fría de la inteligencia binaria, pues las máquinas saben mejor que nosotros decir que dos más dos son cuatro. Lo que nos caracteriza y diferencia de la inteligencia artificial es la capacidad de emocionarnos, de reconstruir el mundo y el conocimiento a partir de los lazos afectivos que nos impactan.

Es terrorífico pensar que la evolución de la especie humana vaya hacia un analfabetismo afectivo donde el reír, el llorar, el sentir, desaparezcan aunque suene a imposible. Tenemos dificultad para reconocer en cada uno de nuestros espacios cotidianos, en qué consiste el componente afectivo y de qué manera debemos fomentarlo. Este concepto lo vemos más acentuado dentro de la cultura occidental donde sufrimos, aunque nos duela reconocer, una terrible deformación, un pavoroso empobrecimiento histórico que nos ha llevado, según los estudiosos, a un nivel de ANALFABETISMO AFECTIVO. Sabemos muy bien de la A, de la B, …de la Z: sabemos del 1, del 2 y del 8; sabemos sumar, multiplicar y dividir y de pronto hasta factorizar, pero le hemos dedicado poco tiempo al conocimiento de nuestra vida afectiva, por lo que seguimos exhibiendo gran torpeza en nuestras relaciones con la gente que nos rodea, campo en el que cualquiera de las culturas llamadas primitivas o exóticas nos superan con creces.

Quedan patentizados los caminos diferentes de culturas que todavía coexisten en muchos rincones de América. Una de ellas, la cultura occidental, en la que hemos sido formados nosotros y que en un momento de la historia empezó a considerar el afecto como algo secundario. Por otro lado, las culturas indígenas tradicionales, que manteniendo una relación íntima con el entorno y una actitud de respeto hacia el ambiente, consideraron válido que sus médicos se dedicaran de manera preferente a tratar lo relacionado con las interacciones humanas desde su faceta más difícil y delicada. Frente a ellos es que padecemos de un analfabetismo afectivo que dificulta comprender las raíces de nuestro sufrimiento. Analfabetismo que nos impide encontrar claves para mejorar nuestra vida diaria. Basta echar un vistazo a la célula básica, LA FAMILIA, que cada día se desintegra más, en donde el nido de amor se está convirtiendo en un foco de violencia, activa o pasiva pero de todas maneras VIOLENCIA. En todos los niveles las personas terminan enredadas por igual en sus relaciones afectivas porque hemos aprendido muchas cosas pero no nos ha interesado graduarnos en COMUNICACIÓN AFECTIVA

Mi invitación es a hacer fuertes campañas de alfabetización afectiva, rescatando nuestra capacidad de asombro, volviendo a sentir que nos necesitamos unos a otros pero para ello es necesario entender que los seres humanos somos diferentes y que cada uno tiene sus propias necesidades y el derecho de satisfacerlas.

Eudoro Román Lemos

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